Radiotelescopio de Arecibo.
Son más de cinco décadas de importantes hallazgos científicos. Hasta 2016, el observatorio de Arecibo ha sido el radiotelescopio de apertura fija más grande del mundo, con su enorme superficie del plato de 305 metros, miles de paneles de aluminio perforado y un receptor de 900 toneladas suspendido a unos 130 metros de altura.
Operado por el ‘National Astronomy and Ionosphere Center’ (NAIC) y administrado por la Universidad de Cornell, el observatorio ha sido responsable de importantes descubrimientos como que el periodo de rotación de Mercurio era más corto del que se creía y había capas de hielo en sus polos, obtuvo la primera foto de un asteroide y descubrió el púlsar PSR B1257+12, a través del cual se descubrieron los primeros planetas extra-solares.
Se recolectan datos radioastronómicos y se observan objetos estelares, pero sin duda el proyecto más singular del gigantesco observatorio es SETI, la búsqueda de inteligencia extraterrestre. Iniciada en los años 70, hasta la fecha no ha logrado detectar ninguna señal clara de vida, pero sí ha sido apoyado por millones de personas, incluida la propia NASA durante los primeros años.
La idea original del Observatorio tiene su origen en el estudio de la Ionosfera. William E. Gordon mandó construirlo cerca del Ecuador para poder observar todos los planetas del Sistema Solar y se eligió el norte de Puerto Rico, en una depresión con grandes sumideros de piedra caliza y rodeada de vegetación.
¿Cómo funciona el radiotelescopio? El objetivo del radiotelescopio es recoger la radiación electromagnética que llega a la Tierra desde el objeto que se quiere estudiar, sea un planeta del Sistema Solar o un objeto estelar situado a miles de años luz. Para ello el telescopio sintoniza la frecuencia y posteriormente procesa todos los datos recogidos para discernir sus propiedades.
La antena esférica convergente de Arecibo es la segunda más grande y curvada del mundo, lo que al final proporciona la capacidad para recoger esta radiación. Esta superficie actúa como espejo, de forma que las ondas planas se reflejan en ella y son enviadas hacia el foco primaria donde se encuentra la antena. Es decir, el enorme plato de 305 metros sirve como paraguas de las ondas que llegan desde el espacio y son rebotadas hacia un punto central. De ahí que a mayor sea el radiotelescopio, mayor área se tendrá de recepción de señales.