A 30 kilómetros de altura.
Aficionados que fotografían la Tierra desde globos a 30 kilómetros de altura.
Las fotos aéreas tienen un encanto especial, y con el abaratamiento de la tecnología de las últimas décadas un nutrido grupo de aficionados a la construcción de artefactos voladores y la fotografía han encontrado un nuevo reto que superar: lanzar globos a las alturas para tomar fotografías y películas que hasta ahora sólo estaban al alcance de los profesionales y las agencias espaciales.
Se conoce como High Altitude Balloning (globos de gran altitud) y en los últimos años hasta algunos equipos españoles se han apuntado a la aventura.
La idea de fondo es sencilla: obtener buenas fotos puede requerir un equipo carísimo, pero si se utiliza un equipamiento más barato se pueden hacer muchos intentos y lograr del mismo modo espectaculares imágenes.
Por menos de 1.000 euros y algunos fines de semana libres se puede enviar uno de estos artefactos casi hasta el límite del espacio.
Fotos de baja tecnología
Desde tiempos inmemoriales ha habido gente que ha utilizado técnicas muy caseras para conseguir fotos desde las alturas. Melvin Vaniman, el fotógrafo acróbata se hizo famoso por sus fotos panorámicas desde, mástiles de barcos, barcos y edificios altos.
Quien más, quien menos, cuando ha estado volando una cometa en el parque o en la playa ha pensado en que la fuerza de estos artilugios voladores es más que suficiente para elevar una pequeña cámara compacta.
Lo cierto es que, aunque a veces se utilizan cometas, resultan un tanto inestables y se mueven demasiado; su altura además está limitada por la longitud de la cuerda desde las que se dirigen en tierra.
En The Balloon Project, David Trawin explica una técnica muy básica pero que permite obtener interesantes resultados: utilizar grandes globos de fiesta rellenos de helio para realizar algunas ‘tomas de altura‘, a unos 15 ó 20 metros del suelo, en lugares en los que esas tomas no serían posibles de otra forma.
La técnica incluye minimizar el peso del equipo utilizado y programar la cámara para que dispare cada 30 segundos. Los resultados no están nada mal para lo que cuesta una docena de globos
“Se usan grandes globos de fiesta rellenos de helio para tomar fotos a 15 ó 20 metros del suelo“
Para estas tomas sencillas hay que poder programar la cámara adecuadamente, cosa que casi todos los modelos modernos permiten, o bien recurrir al hacking reescribiendo el firmware, algo que está solo al alcance de los expertos.
Curiosamente, muchos teléfonos móviles incorporan hoy en día cámaras de fotos de buena calidad y opciones como el disparo automático programable; dado su precio y reducido tamaño muchos aficionados las eligen como primera opción. La opción más recomendable es usar cámaras deportivas.
Para llevar a cabo una de estas sesiones de fotos de altura basta elegir el lugar adecuado y recurrir al sentido común: no hacerlo cerca de zonas en las que haya cables peligrosos, ni donde un globo escapado pueda ocasionar un estropicio.
Cuando se utilizan globos que van al alcanzar una mayor altitud hay que avisar por adelantado a las autoridades (AENA y AESA, que regulan el tráfico aéreo) para evitar malentendidos, sorpresas y problemas con el tráfico aéreo.
Globos sonda
Quienes se adentran en el mundillo de las fotos desde gran altura suelen decantarse por usar grandes globos sonda como los que se utilizan en meteorología para llegar hasta lugares que en principio se antojan imposibles.
Un globo sonda inflado con helio puede alcanzar si está diseñado adecuadamente los 30 kilómetros de altura (unos 98.000 pies) superando el límite de la troposfera que rodea a nuestro planeta (18 kilómetros) y entrando en la estratosfera. Estos globos están construidos de un material especial muy resistente, que aumenta y disminuye de tamaño según la presión y altitud a que se encuentre. Las botellas de helio para el inflado se pueden conseguir con relativa facilidad en tiendas de aficionados o laboratorios.
«Un globo sonda inflado con helio puede alcanzar los 30 km de altura y entrar en la estratosfera»
El récord del mundo de altitud para este tipo de globos está marcado desde hace una década en los 53 kilómetros de altura, 174.000 pies.
En el mundillo de la alta tecnología hay empresas que han pensado utilizar globos de este tipo para establecer comunicaciones inalámbricas en lugares remotos, dado que pueden permanecer varios días en el aire.
Otra técnica que a veces se utiliza es la de los globos solares, que no son sino los globos aerostáticos o de aire caliente de Montgolfier, ultraligeros, aunque su alcance es más limitado.
Tecnología en una caja
El secreto para obtener los mejores resultados consiste en elegir y preparar bien el equipamiento que se va a incluir en la caja que eleva el globo.
Las cajas de poliestireno expandido son las favoritas por su alta resistencia y reducido peso. Además, se pueden adecuar a la forma deseada fácilmente, y es posible tallar en ella agujeros fácilmente para albergar las cámaras y otros aparatos.
Hay que tener en cuenta que una vez el globo ha terminado su vida y útil y se desploma en caída libre las cajas llegan al suelo tal cual -a veces con ayuda de pequeños paracaídas- y sufren un buen impacto al tocar suelo.
En ocasiones caen en algún tipo de extensión de agua, como el mar o algún gran lago. Y siempre pueden surgir imprevistos: la sonda madrileña CHASAT-I, por ejemplo, cayó sobre una autopista y fue atropellada y destrozada antes de poder ser recuperada.
«Cuando el globo termina su vida útil se desploma en caída libre y las cajas sufren un fuerte impacto»
Cámara, GPS y teléfono móvil.
En principio se necesitan cámaras de fotos y vídeo para grabar las imágenes, un GPS y un teléfono móvil o sistema de comunicaciones capaz de enviar los datos del GPS para localizar la caja una vez caiga.
Y si se quieren hacer experimentos: un altímetro para comprobar hasta dónde ha llegado el globo, termómetro para chequear la temperatura y demás: hay quien también incluye sistemas para tomar muestras de aire y analizarlo, así como equipos de telecomunicaciones muy usados por los radioaficionados en este tipo de actividades como: transpondedores de VHF/UHF, equipos para posicionamiento APRS, transmisión de imágenes por SSTV, etc.
Los aficionados a la electrónica suelen utilizar soluciones como sistemas de montaje de hardware Arduino o Gumstix si necesitan unir diversos componentes y sensores en una misma placa.
Estos sistemas suelen estar además basados en hardware y software libre y es fácil encontrar programas que se pueden adaptar y reutilizar. La cuestión más importante es encontrar el equilibro entre lo que se quiere invertir en el desarrollo y aparatos enviados en el globo y la posibilidad de que todo desaparezca por completo.
«Cuanto mejores sean las cámaras, mejores serán las imágenes, pero todo dependerá de encontrar la caja“
Cuanto mejores son las cámaras que incorpore la caja, mejores imágenes se tomará pero, todo dependerá de que se halle el aparato tras su caída a tierra y que no haya sufrido daños irreparables.
En general se considera que una cantidad de entre 750 y 1.000 euros es algo razonable arriesgar por lanzamiento. Se pueden usar gadgets viejos y obsoletos que todavía funcionen, para reducir el coste, a costa de un poco menos de calidad o una mayor probabilidad de fallo. A veces universidades y escuelas patrocinan los proyectos a sus estudiantes, o donan parte del equipo.
3, 2, 1… ¡lanzado!
Una vez lanzados los globos, algunos permiten hacer seguimiento en vivo a través del sistema de telefonía incorporado o equipos de radio, al menos hasta cierto punto; otros simplemente graban toda la información, que ha de ser recuperada una vez ha terminado el viaje.
Superar los 10 kilómetros y llegar hasta los 30km es algo que entra dentro de lo posible, como han demostrado muchos grupos de ballooners.
Los vientos a esas altitudes son fuertes y, lo peor, impredecibles: se sabe de globos que han viajado cientos de kilómetros sobre el mapa para acabar cayendo en algún remoto, a veces incluso atravesando países.
En España, el proyecto CHASAT II llevó un globo sonda hasta los 35 kilómetros de altura, momento en que explotó y la caja con los instrumentos (750 gramos en total) descendió con un paracaídas.
Cuando llamaron un poco más tarde al teléfono móvil incluido en la sonda y este respondió con unas coordenadas tal y como lo habían programado, supieron que al menos parte de la caja había llegado a tierra y estaba intacta: aterrizó a unos 14 kilómetros del punto de lanzamiento tras volar unos 96 kilómetros en total.
La historia de Space Ballon es muy similar: unos chicos del Brookling Space Program en Nueva York lanzaron su globo hasta los 30 kilómetros y pudieron recuperarlo tras una caída a 240 kilómetros por hora de velocidad, gracias al despliegue del paracaídas.
Su vídeo es sencillamente precioso y una muestra de que la Tierra es redonda está al alcance de cualquier niño.
Pero, dentro de nuestras fronteras, todavía queda un precioso ejemplo. El año pasado, un grupo de escolares de Asturias y León, lanzaron un globo sonda a la estratosfera realizando el seguimiento y recuperación en colaboración con la Unión de Radioaficionados de león (URLE), que realizó un despliegue de medios técnicos y humanos para hacer el seguimiento del globo en tiempo real en su ascenso al espacio y la posterior recuperación de la sonda en su viaje de vuelta a la tierra.
Fuente: RTVE, rtvcyl, urle.